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Mostrando entradas de julio, 2015

Creación de un nuevo portal sobre literatura filipina en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

¿Por qué la literatura filipina queda tradicionalmente relegada fuera de los cursos de literatura en español? No hay más que mirar los programas de cualquier universidad europea o americana para entender cuánto de cierto hay en la premisa. Las explicaciones, más y menos complejas pueden ser múltiples, por ejemplo ―ya lo sabemos― a diferencia de la mayoría de países hispanoamericanos, cuyas literaturas sí que se estudian, en Filipinas apenas ni se habla ni se escribe en español desde hace décadas. Sin embargo el abandono de la lengua no debería ser perjuicio para la docencia de su literatura. El asunto es complejo, pero una razón de carácter práctico y otra de carácter teórico pueden vislumbrarse: la primera tiene que ver con el difícil acceso a las obras, que se encuentran en ediciones muy limitadas, en bibliotecas desperdigadas por el mundo y frecuentemente en un estado de conservación precario. La segunda, me temo, tiene que ver con cuestiones de canonicidad y periferia.

¡Yo nunca hablaré inglés!

" Me ne vidn cewsel Sawznek! " o, lo que es lo mismo, " ¡Yo nunca hablaré inglés! ". Estas fueron las últimas palabras que, según la leyenda, pronunció en su lecho de muerte Dolly Pentreath antes de pasar a mejor vida un aciago día del ya lejano 1777. Pero, ¿quién fue Dolly Pentreath y qué tenía en contra de la lengua de William Shakespeare? De acuerdo a la historiografía oficial, Pentreath se trata de la última persona que habló el córnico de manera nativa. La lengua córnica es un idioma celta del grupo britónico que antaño se habló extensamente en la península británica de Cornualles. Sin embargo, y al igual que el resto de idiomas célticos propios de la Gran Bretaña como el galés o el gaélico escocés, su número de hablantes fue menguando progresivamente a partir del siglo XIV debido a la imposición del inglés primero entre la corte y la nobleza, y luego entre las clases populares. Tan arrollador fue el proceso de sustitución lingüística que en el siglo XV